“Se cuenta que en Smolny, en la misma noche del 25 al 26 de octubre [del 7 al 8 de noviembre según el calendario actual, es decir, la noche siguiente a la Revolución en la que los bolcheviques toman el Palacio de Invierno], surgió una discusión sobre si uno de los primeros decretos no habría de ser la abolición de la pena de muerte por siempre jamás. Lenin ridiculizó entonces el idealismo utópico de sus camaradas, pues sabía que sin pena de muerte sería imposible dar un solo paso hacia una nueva sociedad. Sin embargo, como formaba un gobierno de coalición con los socialistas revolucionarios, hubo de ceder ante sus erróneas concepciones y, a partir del 28 de octubre de 1917, la pena de muerte quedó, por fin, abolida. (…) A principios de 1918, Trotski ordenó que se juzgara a Alexéi Schastni, recién promocionado a almirante, por haberse negado a hundir la flota del Báltico. El presidente del Tribunal Revolucionario Supremo, Karklin, sentenció rápidamente en su imperfecto ruso: “fusilar en 24 horas”. Agitación en la sala: “¡La pena de muerte está abolida!”. Pero precisó el acusador Krylenko: “¿De qué os inquietáis? Pues claro que está abolida la pena de muerte. A Schastni no le vamos a aplicar la pena de muerte, lo vamos a fusilar”. Y lo fusilaron.”
(Alexander Solzhenitsyn, Archipiélago Gulag, 1ª parte, capítulo 11)
“A partir del último mes de 1917 empezó a verse claro que sin cárceles no se iba a ninguna parte, que ciertas personas no podía estar más que entre rejas, sencillamente porque en la nueva sociedad no había lugar para ellas.”
(Alexander Solzhenitsyn, Archipiélago Gulag, 1ª parte, capítulo 12)
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