Mozart escribe su requiem. La realidad, grosero entremado de mentiras, se diluye bajo el corrosivo ácido de la matemática, de la música, del arte, del pensamiento:
"... y puede compararse a la Filosofía con unos polvos tan corrosivos que, tras haber consumido las carnes purulentas de una llaga, royeran la carne viva y corroyeran los huesos, horadándolos hasta los tuétanos. La Filosofía refuta, de entrada los errores; pero si no es detenida en ese punto, ataca a las verdades y, cuando se le deja actuar a su fantasía, va tan lejos que ya no sabe ni dónde está ni cómo detenerse.» (PIERRE BAYLE)
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